Si nos sentimos seguros de lo que sucederá,
nos atamos al futuro y nos aislamos de las sorpresas esenciales.
Una vida creativa es una cuestión riesgosa.
Seguir el propio curso, no trazado por los padres, por nuestros pares o por las
instituciones, implica un delicado equilibrio de tradición y libertad personal,
un delicado equilibrio de ser fiel a uno mismo y permanecer abierto al cambio.
El hecho de que la improvisación se pierde en
el aire nos hace apreciar que cada momento de la vida es único... un beso, un
atardecer, una danza, un chiste. Ninguno volverá a repetirse de la misma
manera. Cada uno sucede una sola vez en la historia del universo.
Lo que es la piedra para el escultor es el
tiempo para el músico. Cada vez que se levanta para tocar, el músico se
enfrenta con su pedazo de tiempo sin esculpir. Sobre este vacío aparentemente
sin contornos tiende, quizás, un arco de violín, que es una herramienta para tallar
o dar forma al tiempo... o, digamos, para descubrir o liberar las formas
latentes en ese momento único del tiempo.
Un artista en ciernes puede tener las más
profundas visiones, sentimientos e insights, pero sin destreza no hay arte.
La improvisación, como experimento lúdico, es
la recuperación en cada uno de nosotros de la mente salvaje, de nuestra mente
original de niños.
Es en el juego y sólo en el juego que el niño
o el adulto como individuos son capaces de ser creativos y de usar el total de
su personalidad, y sólo al ser creativo el individuo se descubre a sí mismo.
(Psiquiatra Donald Winnicott)
[Otro momento para experimentar sin temor a
las consecuencias, para tener un espacio de juego sin temor a las críticas] es
el estudio del arte, donde podemos probar cosas y descartarlas tantas veces
como sea necesario. Una vez Brahms señaló que la medida de un artista es la
cantidad de material que descarta. La naturaleza, gran creadora, siempre está
descartando cosas. Una rana pone varios millones de huevos por vez. Sólo
algunas docenas se convierten en renacuajos, y sólo algunos de ellos en ranas.
Podemos permitir que la imaginación y la práctica sean tan prolíficas como la
naturaleza.
El dominio viene de la práctica, la práctica
viene de la experimentación juguetona y compulsiva (...) y de una sensación de
algo maravilloso (...) El músico, el atleta, el bailarín continúan con su
práctica a pesar de los músculos doloridos y de quedarse sin aliento. Este
nivel de actuación no lo logra ninguna exhortación calvinista del superyó, a
través de sentimientos de culpa u obligación. En la práctica el trabajo es
juego, es intrínsecamente gratificante. Es sentir a nuestro niño interno que
pide jugar sólo cinco minutos más.
Puede ser, entonces, que la forma nos sirva
mejor cuando actúa como obstrucción, para desconcertarnos y desviar el curso
que pensábamos seguir. Puede ser que cuando ya no sepamos qué hacer hayamos
llegado a nuestro verdadero trabajo, y que cuando ya no sepamos adónde ir
hayamos comenzado el verdadero viaje. La mente que no se desconcierta no se
está empleando. El arroyo que encuentra un obstáculo es el que canta. (Poeta
Wendell Berry)
A veces, cuando descubro que no he escrito una
sola frase después de haber borroneado páginas enteras, me desplomo en mi
sillón y allí me quedo, mareado, hundido en un pantano de desesperación,
odiándome y culpándome por este orgullo demente que me hace encapricharme por
una quimera. Un cuarto de hora después todo ha cambiado; el corazón me da
saltos de alegría. (Gustave Flaubert)
Llega el momento en que nos damos cuenta de
que nos hemos enamorado de nuestro instrumento, de nuestras herramientas de
escultor, del piso en que bailamos, de nuestra computadora. Estamos enamorados
de la música, el arte, la literatura, la cocina, la física. Amamos la
belleza, el trabajo bien hecho, el material, los instrumentos. Sentimos la
sensualidad de tocar, y de escuchar, leer, ver, aprender. El deseo de aprender
y jugar, si lo tenemos, el poder que motiva la creación, es parte de nuestra
estructura innata, esas ansias de llegar más allá de nosotros mismos.
Cualquiera que desee expresar significado con
símbolos y palabras, con música, pintura, debe encontrar cierto placer en las
tareas imposibles, poseer la voluntad de tolerar una gran frustración, un toque
de Quijote.
Uno de los tipos de presión más insidiosos a
los que puede sucumbir un artista es la presión a ser accesible. Los buenos
consejeros pueden decirle a Ud. que X es accesible, vendible, popular, etc.., y
por cierto puede haber artistas que hacen lo mismo que X espontáneamente y se
hacen populares y ricos. Pero si Ud. altera su trabajo para parecerse más a X,
la gente se dará cuenta de que no es auténtico; no será un X que salga del
corazón porque no se origina en su propio ser. Por cierto que Ud. debe
desarrollar y revisar su trabajo para comunicarse cada vez con más claridad;
pero si altera una palabra para agradar a algún mercado imaginario que hay
"por allí", pone en peligro la integridad y originalidad de todo lo
que haga. (...) Al resistir la tentación de ser accesible Ud. no está
excluyendo al público; por el contrario, está creando un espacio genuino e
invitando a entrar en él a la gente.
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